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Mostrando entradas de diciembre, 2010

El incendio

Tendríamos que haber estado algo más que sordos y ciegos. Tendríamos que haber perdido el sentido del tacto, y el olfato también para no haber sentido las cosquillas del humo ese ratón arañando con las patas la garganta, el mordisco que nos traía en la piel, como un disparo, el fuego que habíamos montado entre la cocina y el baño. Era cierto que yo no veía. Me besabas intermitentemente y en el vagón del true love yo cerraba los ojos cada vez que lo hacías. Me besabas tanto y tan bien que decidí dejarlos cerrados siempre para ver, nunca mejor dicho, si invirtiendo el orden de los factores el producto seguía siendo el mismo. Estaba sordo ya a esas alturas. Tus gemidos me habían traspasado el tímpano, y se habían instalado de tal manera en mi cerebro que habían cerrado la puerta con llave por dentro. Lo tuyo venía de serie. Eras un manual de instrucciones del desastre. Y yo un lector compulsivo, que no podía dejar a la mitad los libros. Follamos hasta que se rompió la cama. Bebimos hasta ...

Farolero

Tu cuerpo es la avenida de los sueños. Y yo el humilde empleado municipal, mono azul, feliz como los magnates del petróleo de tener todas las farolas brillando y brillando el día de Navidad.

Rhyme 'n' reason

A veces pienso que hemos llegado hasta aquí como dos caballos. Como dos purasangres que se disputan el Grand National, en una de esas ediciones en las que la niebla y la lluvia y la deficiente cobertura de la BBC impiden ver más allá de sus propios hocicos. Tú resoplas y me miras con los ojos gordos. Yo sudo y levanto la mandíbula porque he leído en los libros que soy el macho que tiene que protegerte. Pero la hierba nos hace las mismas cosquillas en los espacios interdigitales, y en el abrazo tras la línea de cal que no ha cruzado ninguno, son mis pulsaciones las que tienen el ritmo de la música electrónica y las tuyas las que se gastan un vals interior. A pesar de la caricia de niebla que nos disfraza de vírgenes, tu camiseta se separa de tu cuerpo el centímetro justo como para dejar ver tu piel, pálida y a la vez intensa, en el momento en el que rompe definitivamente a sudar. Tus labios se mojan cada poco tiempo al compás de tu pequeña lengua, en mi pequeña lengua se cita la saliva ...